viernes, 13 de agosto de 2010

TEXTO: La botica de don Manuel





Pese a que aún no está completo el texto, todos  deben imprimirlo!!!!!! Deben llevarlo el lunes 16 de agosto.

Personajes

Aguatero1 Pablo Olivos
Aguatero 2  Matías Morales
Escobero  Javier
Lechero  Felipe
Vendedores de empanadas
1Jorge, 2 Rodrigo, 3 Pablo, 4 Bastián Sepúlveda

(entran en escena y en el siguiente orden ofrecen su mercadería)


Narrador:  Jordano


En la época colonial la gente compraba sus mercaderías en los comercios que estaban alrededor de la plaza mayor. Allí también se podía comprar alimentos, ropas, tejidos y productos. Desde muy temprano se podían escuchar a los vendedores ambulantes  que recorrían la ciudad ofreciendo sus productos.


(entran en escena y en el siguiente orden ofrecen su mercadería)

Aguatero1 :

Agua fresca, clara y pura
para la doña y el don.
Aquí pasa el aguatero
y se va con su pregón.

Agüita fresca traigo del río,
para que tomen todos los días.
¡aguateroooooo!



Agua para calmar su sed caballero,
agua de la mejor con poco dinero.

¡Agua, agüita para las damas bonitas!.

Agua fresca traigo del río,
tu cara sucia podrás cambiar;
si compras agüita para lavar.

Aguatero 2:

Traigo agüita limpia en mi barril
compre señora,
¡diga que sí!.

Agüita fresca, patrona
¡para borrar las tristezas
y espantar a la corona!.

Vendedor de escoba:

Yo soy el negrito Tino
que siempre pasa por acá
vendiendo escobas y plumeros
y nadie me quiere comprar.


¡Escoba, escobillón
para limpiar el piso
del gran salón!

¡Plumeros y cepillos,
escoba, escobillones
para limpiar el piso
de salitas y salones!.

Traigo escobas de calidad
¡para que brille la libertad!



Lechero:
Traigo leche para todos
leche para beber
blanca, fresca y deliciosa
para ayudarles a crecer.

Leche espumosa lleva a caballo,
el lecherito que va a mi barrio.

Leche recién ordeñada,
leche espumosa para usted
mi linda moza.

Vendo leche fresquita
para tomar en tacita
leche recién ordeñada
para tomar de mañana.


Vendedor de empanada1 :

Empanadas bien sabrosas
para las buenas mozas.
Empanadas bien calientes
para todos los valientes.

Vendedor de empanadas 2:

Vendo empanadas de carne!
vendo empanadas jugosas
compreme caballero
y quedará bien con su esposa.

Vendedor de empanada 3:

A las ricas empanadas
del negro Carmelo
los niños y las niñas
se chupan los dedos.

Vendedor de empanada 4:

A la empanada más rica
para llenar la pancita
a la empanada frita
para gordas y flaquitas.


ESCENA I

Boticario : Rodrigo

Alicia : Camila

Rafael: Pablo Olivos

Ernestina: Evelyn

Ayudante: Patricio

Miguel:  Jorge




Narrador

Las boticas eran los establecimientos públicos dedicados preferentemente al expendio de sustancias medicinales. Tuvieron un rol importante en la historia cotidiana de las ciudades hispanoamericanas durante la colonia. En estos lugares entre místicos y misteriosos trabajaba el boticario, en medio de potes y vajillas, compartiendo esta actividad con una nutrida convivencia social; la botica era el centro de reuniones de connotados personajes.

( Estamos en una botica de 1810, en el mostrador se encuentra el boticario, revisando papeles y frascos)

(Entra una dama de la aristocracia, el hombre gentilmente se dirige a ella)

Manuel: Doña Alicia, Cuánto tiempo ha transcurrido ya desde la última vez que usted vino. Y don Rafael y los niños ¿dónde están? Los pequeños deben estar muy crecidos.
(Entra Rafael y saluda)
Rafael: Mi querido Manuel, ¿Cómo está? ¿Le ha comentado ya Alicia?
Manuel: ¿Qué ha sucedido?
Rafael: Se trata de nuestro pequeño Alonso... Ha sufrido nuevamente de dolor de garganta, creo que no tendrá inconveniente en recetarle alguna medicación.
Alicia: Quizás no le hayan sentado bien los baños o tal vez requiera una embrocación.
Manuel: No creo que haya empeorado por efecto de los baños y si fuera necesario una embrocación, yo mismo la aplicaré.
Alicia: Hace un mes, mi pequeña Catalina sufrió un terrible catarro. Nunca fueron tan terribles como este invierno, excepto en las epidemias de gripe
Manuel: la verdad es que en Santiago siempre es época de enfermedades. Nadie puede estar sano en esta ciudad. Es verdaderamente triste que os veais obligados a vivir aquí, tan lejos de su casa de campo en Talca.
Rafael: no es tan malo en esta zona. No nos confundas, Manuel, con los que viven en la parte baja de Santiago.
Manuel: querido Rafael, pero este aire no puede compararse con el de Talca. Ahora, por ejemplo, no puede decirse que ninguno de vosotros tenga buen aspecto puede decirse que ninguno de vosotros tiene buen aspecto.
Alicia: (acercándose a Manuel) al menos confío en que no crea que mi marido tiene aspecto de enfermo.
Manuel: Querida mía, lamento contradecirle, pero no me parece que su marido tenga buen aspecto.
Rafael: A ver ¿qué estáis diciendo de mí?
Alicia: Debo decirle, querido, que nuestro amigo boticario encuentra que no tiene buen semblante
Rafael: Alicia, le agradecería que no se preocupara de mi semblante. Limítese a mimar y cuidar a los niños y a sí misma y no se entretenga en mi rostro.
y bien, Manuel, ¿Qué podría recetarle a mi pequeño Alonso?
Manuel: Despacharemos los medicamentos para Alonso... llamaré a mi asistente Ernesto para que os traiga lo necesario. (llama a Ernesto) (aparece un joven) Muchacho, traedme las siguientes infusiones: Metrim, salvia, cancanlagua.
(el muchacho lo mira sin comoprender)
Manuel: Muchacho, apuraos... traed Metrim, salvia y canchanlagua!!!!
(Manuel menea la cabeza )

ESCENA  II

(Entran un hombre y una mujer)
(Los caballeros se saludan cortésmente)
Don Miguel: (saludando a Alicia y Rafael) Es lamentable que ya no disfrutemos de vuestra visita más seguido, porque preferís ir al campo en lugar de pasar la temporada de verano en nuestro gran Santiago.
Manuel: No entiendo por qué  ha de ser   lamentable, cuando sabéis que a todos nos hace bien vivir en el campo.
Rafael (dirijiéndose a Miguel) Ya sé que mucha gente piensa lo mismo, pero está completamente equivocada. El barro no nos molesta en absoluto
Ernestina: Me parece que cabe fiarse en don Manuel, porque cuando habla del clima y del aire, sabe de lo que habla
Manuel: ¿Qué necesitáis, don Miguel?
Miguel observa a Ernestina y ella le susurra al oído algo.
Miguel: es Ernestina, se ha quejado de jaquecas, pulsaciones y dolor de garganta.
(Entra el muchacho con lo solicitado)
Manuel (a Alicia y Rafael) Seguid las indicaciones tal como se leen en el reverso. Y volved en dos semanas más, si los síntomas no han desaparecido.
(Alicia y Rafael agradecen al boticario y extienden la suma de dinero al muchacho. Luego con una reverencia se retiran)

ESCENA III

(Manuel sale del mostrador y se acerca a Ernestina )

Manuel : Abra su boca, (observa y luego dice) la garganta inflamada y dolorosa... ¿habéis sufrido de humores durante las noches?
Ernestina: solo decaimiento, don Manuel.
(Manuel palpa el pulso)
Pulso débil y rápido... usted siempre sufre de mal  de garganta, recuerdo que me ha dado no pocos sustos.
Miguel (alarmado) Espero que no sea infecciosa esa garganta inflamada.
Manuel: probaremos con algunas infusiones... Muchacho , (dirigiendose al asistente) traedme alquitrán guyot.(mirando a Ernestina) Doña Ernestina, el  sabor es francamente horrible, pero os sanará sin lugar a dudas.

Miguel: ¿pero aquello es contagioso?

Manuel. Mire don Miguel, sería conveniente que usted también siguiera las indicaciones. Esta ciudad es muy sucia es un caldo de cultivo para todo tipo de gérmenes.
Uno de los principales problemas es el agua, que usted le compra al aguatero. El hombre por no  trabajar mucho  toma  agua del río, del mismo lugar al que van las lavanderas a lavar la ropa, y donde los pescadores dejan los restos de sus capturas.

Miguel: Además he oído que  las abundantes ratas de la ciudad han propagado una rareza de enfermedad

Manuel: Efectivamente, don Miguel, no enfrentamos  a la peste bubónica trasmitida por la gran cantidad de ratas que pululan en nuestras avenidas. Más de alguna noche me he  abierto  camino hacia mi casa a bastonazos, otras me he visto forzado a huir por alguna  estrecha calle, dejando a las ratas dueñas y señoras de los caminos.

Ernestina: Qué desagrado. (se tapa el rostro con el abanico)

 (Entra el muchacho con el frasco, don Manuel  escribe en una hoja y se la entrega a doña Ernestina) Deberán beber una cucharada rasa cada noche antes de ir a la cama... volved la semana próxima.
Miguel: Agradezco su atención. Vamos, querida.
(Ernestina y Miguel se retiran, luego de cancelar el medicamento)

Escena IV

( Entra a la botica tres varones, acompañados de sus mujeres respectivas)

(Saludan a don Manuel cortésmente)

Julián: "En las calles  no se ven, en las horas de la siesta más que médicos y perros".
(Los hombres se ríen)

Domingo: Y es que el pasatiempo preferido de los santiaguinos es dormir la siesta.

José Miguel: Tampoco hay mucho que hacer. Dedicar algo del tiempo a  recibir la mercadería y hacer algunos negocios.

Domingo: (con voz fuerte y burlona) para que las señoras luzcan ropas elegantes y modernas y los domingos vistan sus mejores galas para ir a misa, aunque también tiene oportunidad de mostrarlas en las tertulias que a veces organizan en nuestras casas o en algunas tardes, sus amigas las visitan, mientras comentan los últimos acontecimientos sociales, cosen y bordan.

Julián:  ¿y los niños cómo se encuentran?

Domingo: Juana y Martín  van a la escuela del convento y después tienen que estudiar en su casa. Pero siempre les queda un tiempo para jugar y divertirse. Martín es un travieso y por eso le encanta trepar a los tejados y dar vueltas por ahí, cosa que a su mamá no le gusta para nada. 

José Miguel:¿ y qué les parece la precocidad de las niñas que a los siete años ya bailan el minué a la perfección?

Julían: Todo con tal que lleguen a casarse algún día (risas)

Josefina: (dirigiéndose a las damas presentes) ¿Habéis escuchado lo que ocurrió con cierta indiecita muy adornada, y que fue reprendida porque llevaba ropas que no correspondían a su condición social?

Amparo: ¿y que como la india no hizo caso, las señoras la invitaron a su casa con un pretexto, e hicieron que sus propias criadas la desvistiesen, la azotasen y le quemasen sus prendas? En el mercado no se habla de otra cosa

Emilia: Las “mujeres decentes” deberíamos concurir a la misa del mediodía, cada una acompañada por su india, que nos lleve la manta y el almohadón para que nos  arrodillemos. Así sabrían perfectamente estas indias cuál es su condición.

(las tres ríen)

Josefina: El señor García festejará el día de su santo* y decidió preparar una gran fiesta ¡con baile y todo! Todas las familias distinguidas de la ciudad fueron invitadas.

Amparo: Creo que  asistiré al baile con anticuados
y ricos adornos: grandes perlas, brillantes, diamantes rosados. Las señoras de nuestra edad deben llevar grandes guardapelos y retratos en miniatura colgados sobre el pecho y trajes confeccionados con rasos floreados, cintas y faralaes
de colores.

Emilia: No olvidemos  nuestros abanicos, no se nos perdonaría.

Josefina: ( acercándose a los caballeros) Julián, usted sería tan amable de comprar  agua medicinal.

Julián: Don Manuel, mi amada esposa se baña en agua de colonia 4711 cuando tiene fiebre y se frota los golpes, asegurando que ello alivia el dolor. ¿Tendría usted la amabilidad de suministrarme tan maravillosa fragancia?

Manuel: Indudablemente. (hace una seña al muchacho que limpia frascos)

Emilia: (con mala intención) También se dice que agua de colonia frotada en el cabello alivia la picazón de pulgas.

Domingo: Emilita, ¿qué ocurrencias son ésas? (haciendo un gesto a la dama de desaprobación) Don Manuel, necesitamos  su pócima milagrosa contra el dolor de oídos

Manuel: ¿Usted se refiere al aceite de AZUCENAS? instalado en la oreja de los pacientes, mitiga instantáneamente el dolor de oídos.  También le aconsejo adquirir hoja de miel seca y Emplasto de Zacarías.

Domingo: Conforme… (Manuel se retira a  las despensas lo solicitado) (Domingo se dirige a Josefina de manera que nadie más lo nota)
¿Doña Josefina, cuándo  nos deleitará con su visita?

Josefina: Estimado Domingo, me  haré anunciar cualquier mañana a través de mi  criada  predilecta.

Domingo: Esperaremos su visita con mate dulce y chocolate caliente con bizcochos. Si se hace tarde, la irá a buscar un criado con farol, y yo la acompañaré de regreso a su hogar.

Josefina: es usted muy amable.

Julián: (un tanto sobreactuado) En este establecimiento existe la tendencia a expender de manera casi exclusiva las llamadas “medicinas de Castilla”. Y admiro que don Manuel asista su botica todo el día y noche durmiendo en la pieza inmediata para acudir al despacho de las recetas.

Muchacho: Don Manuel puso esta campana  para que se sirva de ella el público.  (indica con timidez la campana)

Julián: (mirando a los presentes, sin considerar el comentario del ayudante) Dios! solicitaron licencia para vender aguardiente en la botica  con fines estrictamente medicinales.

José Miguel:  Las gentes creen en el aguardiente, no sólo por las propiedades desinfectantes, sino también porque le atribuyen numerosas propiedades terapéuticas


Domingo: (mirando a los varones) Además que el aguardiente es una infalible terapia contra los  catarros contumaces y la hidropesía.

(regresa Manuel con una serie de frascos y se las entrega a los presentes, los cuales luego de cancelar se retiran alegremente)

Muchacho: (mira al boticario y le pregunta)  Don Manuel ¿Según usted a qué se debe el   hecho de que mientras los enfermos hospitalizados fallecen con una frecuencia alarmante, los que reciben en sus casas el mismo tratamiento para la misma enfermedad, se sanan prontamente?

Manuel: ( lo mira detenidamente) La semana anterior  realicé una visita no anunciada al hospital, descubrí que no estaban proporcionando las drogas que había indicado.

Muchacho: Eso es un escándalo. Claro, ésa es la razón de que muchos de los enfermos prefieran recibir el tratamiento en sus propias casas, a ingresar al hospital, que goza de una bien merecida reputación de ser la  antesala al cementerio.

Manuel: Tanto las autoridades reales, los médicos y cirujanos y además el vecindario  están de acuerdo que el hospital necesita una reforma completa. Sólo quienes han conocido a fondo el hospital, y han visto a los enfermos embutidos en una de aquellas covachas sepulcrales, padeciendo de pulmonía, o de otra grave enfermedad, puede comprender la escandalosa condición del hospital.


Escena VI
Personajes.
Javiera: Karina
Rosario: Catalina
Clara. Fabiola
Esperanza: Nicole
Julia. Paula
Damas de compañía: Valeria y Catalina
( entran cinco damas conversando)

Javiera: (meneando su abanico y conversando con las damas que la rodean) Han dado las dos

Rosario: los vendedores se han retirado y  han cerrado todos los negocios

Esperanza: Las calles están desiertas, todas deberíamos volver a casa… es hora de siesta

Javiera: (mirando a Manuel) Don Manuel ¿nos permitiría descansar aquí, mientras el comercio está cerrado?

Rosario: Usted sabe que toda la actividad retorna a partir de las cinco y su botica es la única que permanece abierta.

Clara: Imagínese qué dirán de nosotras si nos ven en las calles a estas horas.

Manuel: está bien,señoritas. Pueden descansar aquí y luego continuar su paseo.

Javiera: es usted muy amable…hemos caminado horas y horas desplegando telas, peinetas, abanicos y luego nos hemos retirado sin saber qué escoger… nada nos agrada…
(mira a sus amigas) Queridas  ¿Habrá tertulia esta noche?

Clara: esta noche mi padre organizará una pequeña reunión en casa. Asistirán algunos jóvenes intelectuales.

Javiera: Imagino que tú te sentarás frente al piano  y ejecutarás alguna pieza para ellos.

Rosario: Clara, has prometido enseñarnos a bailar la contradanza española.

Esperanza: Los caballeros estarán horas y horas con sus cafés y jugarán a las cartas… tendrás tiempo suficiente para conquistar a alguno.

Rosario: Y conquistar sus enormes sumas de dinero

Clara: Mi padre ha invitado a cenar a un grupo de ingleses

Javiera: ¿Te imaginas casada con algún extranjero?

Clara: Imposible, no estoy dispuesta a separarme de mis padres.

Javiera: Salvo si fueras entregada a los brazos de tu hombre amado

 Clara: Sí, señoritas, ustedes conocen a quién pertenece mi corazón, sólo por él renunciaría a los míos y abandonaría Santiago.

Esperanza: por amor bien vale ese sacrificio

Clara. No soñemos, niñas, para nosotras sólo hay tres opciones: el matrimonio, la soltería o la entrada en un convento de clausura… En nuestros hogares es habitual que sean nuestros padres  quienes elijan nuestros maridos…

Esperanza: Tendremos que aceptar casarnos con los hombres elegidos por nuestros padres.

Clara: Somos a todas luces  unas pobres a quienes la providencia no ha querido conceder más dones que los precisos

Esperanza:  Podríamos llegar  sorpresivamente a las casas de los sacerdotes y con cualquier mentira lograr que nos casaran.

Javiera: También podríamos  llamar a un cura, diciéndole que hay alguna persona muy grave de salud, y cuando  llegue a darle la extremaunción,  aparecemos con nuestros novios repentinamente, tomamos la mano del enfermo y declaramos: “Este es mi marido y ésta es mi mujer”.

Clara. Eso es un agravio a la autoridad eclesiástica, nos  sancionarían  con la excomunión o con 600 pesos de multa.

Rosario: Clara, ¿has visto a don Martín?





Clara: No, no ha asistido a ninguna de las últimas tertulias

Julia: Recuerda, querida, que todavía no tienes 17 años. Es aún demasiado pronto como para perder las esperanzas con Martín.



Escena VII

Personajes
Martín: Matías Basaure



Clara: Dios, es Martín

Manuel: -¡Usted por aquí, amigo Martín!.

Martín: Buenas tardes, Manuel… espero no interrumpir.

Manuel: Claro que no, un amigo jamás es una molestia. Usted ya conoce a las damas presentes.

Martín: Claro que sí, buenas tardes, señoritas.

Todas: Buenas tardes,  Martín.



Martín (dirigiéndose a Clara) He estado paseando por la alameda durante un rato esperando encontrarla. ¿Me concederá el honor de hablar conmigo?

Clara: Martín…

Martín: Me temo que desea que me vaya, y no hay nada que disculpe mi presencia.

 Clara: soy una criatura muy egoísta que no me preocupo más que de mis propios sentimientos, sin pensar que quizá lastimaría los suyos


Martín: Señorita Clara, es usted demasiado generosa para burlarse de mí. Si sus sentimientos son aún los mismos que en el pasado abril, dígamelo de una vez. Mi cariño y mis deseos no han cambiado, pero con una sola palabra suya no volveré a insistir más.

Clara: Yo…

Martín: He luchado contra el sentido común, las expectativas de mi familia, mi posición y circunstancias, pero estoy dispuesto a dejarlas a un lado y pedirle que ponga fin a mi agonía.

Clara- No comprendo.

Martín – Estoy enamorado de usted, Señorita Clara.




Narrador


(Falta solo el cierre que hará el narrador)

















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